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Editorial FNN - Por el periodista Mario Piriz

Escribe  Mario Piriz   

 

Ética del Trabajo y 
la Educación en los Valores

Aún es posible escuchar cuando se critica la conducta de ciertas personas: "pero mira que es trabajador!", dando a entender que se está ofreciendo, en un primer instante, una tabla de salvación, una justificación que de alguna manera redima del oprobio público al juzgado.

En realidad, la frase remite a la piedra angular de una escala de valores, no sólo éticos, sino estéticos, políticos y filosóficos cimentada en una concepción profunda e integral del Trabajo, que ha hecho del mismo, - superando incluso aquella primera acepción bíblica de castigo - la manifestación sustancial de la vida humana, producto y productor de la existencia en todas sus expresiones.

Hoy es frecuente hablar, no solo en Rivera, sino que en prácticamente todo el mundo, de la crisis de los valores. Dentro del propio universo educativo académico, se ha llegado a conformar la educación en los valores, en una nueva especialidad con aspiraciones a extenderse a todo el sistema educativo oficial. Sin embargo, todo parece ser una reacción primaria, abstracta e inmadura, frente al derrumbe dramático de las estructuras familiares esenciales, expuestas a las leyes del "tener" - no importa a qué precio - destruyendo el ser individual y colectivo, la vida en sus formas más profundas e institucionalizadas.

El drama, aunque adopta dimensiones universales (el retroceso a la barbarie en Irak), conmueve asimismo nuestra cotidianidad aldeana. Y cómo no hacerlo cuando la falta de alimentos afecta a miles de niños inocentes, no sólo en nuestros barrios pobres, sino en todo el país, como lo revela la reciente muerte de un bebé de tan sólo tres meses de vida por "desnutrición" en la capital. Por ese caso que salió a luz, hay cientos más registrados en los hospitales y consultorios médicos de todo el país.

Mientras el dolor se mantiene en el silencio de la pobreza, las crónicas policiales, muestran la corrupción, el afán de riqueza fácil, el robo liso y llano practicados por "grandes señores" de nuestra sociedad que llegan a revistir en organizaciones religiosas ortodoxas, como es el caso del Opus Dei y la familia Peirano, o de altos personeros de la administración pública, como el caso del Fiscal Público recientemente procesados, o los 23 polícias de Tacuarembó, liderados por un jefe de policía que era a su vez un alto oficial retirado de las Fuerzas Armadas.

Los ejemplos abundan en nuestros barrios, en la ciudad, en la región y en el país. Son las concepciones éticas, estéticas y filosóficas resumidas en la letra del tango Cambalache, hegemonizando la sociedad y el ser humano contemporáneo, y destruyendo sin piedad, lo poco que aún queda, de aquella ética del trabajo que ha legado lo más valioso y humanitario de nuestro ser individual y colectivo.

El dios mercado ha sustituido al trabajo. Vale solamente lo que se puede vender y comprar, incluso el amor, la felicidad, la familia, la sociedad organizada. Las cualidades humanísticas del ser, sustituídas por las cualidades del mercader, del beduino en medio del desierto, del que especula hasta con la vida. 

Sin duda, el paradigma de esta escala de valores, fue puesto en escena por el ejército angloamericano, al proteger hasta en los mínimos detalles el edificio del ministerio de Petróleo de Irak, y dejar que se destruyera el museo que guardaba el patrimonio histórico de la humanidad de hace tres mil años atrás o más. 

En resumen, como lo afirmó un filósofo alemán, es el mundo de las cosas por sobre el mundo de los seres humanos.

Escrito por Mario Piriz