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Parroquia Inmaculada Concepción - Historia

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Redacción historica, por el  R.P. Juan José Villegas, SJ a pedido de la Parroquia.

 

Los principios

El 1º de mayo de 1869, Pablo Díaz y Francisco Fernández, en nombre de los vecinos de la localidad de Rivera se dirigieron a Monseñor Jacinto Vera, Vicario Apostólico del Uruguay, para solicitarle autorice la bendición del cementerio del pueblo. Todavía la localidad formaba parte de la extensa parroquia San Fructuoso de Tacuarembó, fundada en 1834. Su jurisdicción abarcaba los actuales Departamentos de Tacuarembó y Rivera.

Los vecinos consideran que era imposible, debido a las grandes distancias, llevar los cadáveres a Tacuarembó para enterrarlos en el cementerio parroquial. Ellos querían que sus muertos recibiesen supultura  eclesiástica. El cementerio, que habían dispuesto en Rivera, era de materiales con cancel de hierro. Lo consideraban digno. A las autoridades eclesiásticas en Montevideo le solicitaron poderlo bendecir. Este pedido es de mayo de 1869.

Las informaciones matrimoniales, que se encuentran en los archivos, fechadas en junio de 1873, señalan la existencia de un teniente cura y juez eclesiástico en Rivera, Presbítero Matías Penza. Ya en ese entonces existiría una atención religiosa estáble en el vecindario.

La visita de Monseñor Vera

Hasta Rivera llegará Monseñor Jacinto Vera, procedente de Tacuarembó . En mayo de 1874 arribó en visita pastoral acompañado por los Padres jesuitas Manuel Martos y Antonio Pou y llevando como secretario al Presbítero Olegario Berriel.

Expresan los documentos que en Rivera hay muchos mercaderes, cuyo dios es el dinero, y entre ellos, muchos francmasones. La misión predicada por los ministros de la Palabra de Dios fue resistida por los enemigos de la religión. Hubo insultos contra los misioneros. Se echaron cohetes en la puerta del templo para amedrentar a los concurrentes a los actos de la misión. Dado el temple y la moderación de misioneros y fieles, se pudo llevar a cabo una misión de diez días.

Al finalizar la misión, en el momento de partir el obispo con los misioneros de Rivera en diligencia, del lado opuesto de la frontera, se les tributó una despedida agresiva provista de gritos, cohetes y burlas. Los misioneros pensaron que era más prudente no colocar en Rivera la cruz misional, como estilaban, para impedir lo que había sucedido en Tacuarembó. El miedo impidió mayor concurrencia a la misión, pero así y todo los resultados fueron considerados como positivos por los misioneros .

Primeras dificultades

Los comienzos de la fé en Rivera fueron difíciles, señal de que la la Palabra de Dios era buena y bien administrada por los pioneros de la evangelización en Rivera. La verdadera Iglesia Católica siempre aparecerá en medio de contradicciones, con éxitos de conversión y con la resistencia del mundo, que se pone a la retranca frente a la invitación a la convesión.

El teniente cura Presbítero Ramón R. Fuentemayor le contaba a Monseñor Vera que en muchas ocasiones había recibido insultos y escarnios por parte de alborotadores. El, sin embargo, no les daba importancia . Eran sólo brutales desahogos de gente sin educación ni principios .

Lo grave fue que al ir Fuentemayor el día 30 de julio de 1875 a la casa de la familia francesa Cotteins a cumplir un deber ministerial y acudiendo también el médico interino de Policía Dr. Santiago Giralt, fue atacada la casa. Un grupo, entre los que se encontraban algunas personas  impunes, que tomaron parte de los acontecimientos tristes de la misión del año anterior, atacó la casa con gritos, violencia, pedreas, tiros e insultos soeces. No sabiendo cómo defenderse, la Sra. de Cotteins  izó el pabellón francés. La señora se dirigió a las autoridades consulares francesas acreditadas en nuestro pais en tanto que el Dr. Giralt y el presbítero Fuentemayor, españoles, hicieron lo propio ante las autoridades consulares españolas.

El pueblo riverense estaba dividido. Una carta con sesenta y dos firmas dirigida a Monseñor Vera pidió el alejamiento del presbítero Fuentemayor de Rivera. Por su parte, el Dr. Santiago Giralt hacía lo propio defendiendo a Fuentemayor. Consideraba que el grito de guerra infernal había estallado en Rivera contra las sanas doctrinas de Nuestro Señor Jesucristo. Era la misma fuerza que por entonces se había ceñido contra el Sumo Pontífice en Roma. El Dr. Giralt ponderó la ilustración y virtudes del cura que tenía que pastorear un pueblo como el de Rivera, que por entonces, decía encontrarse en la mayor postración, tanto en lo religioso como en lo social y político. Para el Dr. Santiago Giralt resultaba evidente que la campaña contra el presbítero Fuentemayor y contra los católicos estaba instrumentada por la impiedad y la masonería.

Fundación de la parroquia

Ya había fallecido Monseñor Jacinto Vera, primer obispo de Montevideo. El 28 de junio de 1884, un estimable número de riverenses se dirigió al segundo obispo del Uruguay Monseñor Inocencio María Yéregui solicitándole fundar la parroquia de Rivera dándole por límites los del nuevo Departamento de Rivera. Solicitaron también que nombrase como párroco a cualquiera de los dos hermanos José y Evaristo López de Arcante, quienes por desempeñares como tenientes curas de la parroquia de San Fructuoso de Tacuarembó eran bien conocidos para ellos.

Monseñor Yéregui mandó pasar el pedido al cura vicario de Tacuarembó. El presbítero Ramón de Irazusta, cura vicario se expidió 19 de noviembre considerando justa y equitativa la petición. El fiscal eclesiástico también se expidió favorablemente.

El obispo, teniendo en cuenta los pareceres del cura vicario de Tacuarembó y del fiscal eclesiástico, decidió crear la parroquia de Rivera para el mejor servicio espiritual de los fieles. El obispo delineó los lím¡tes de la nueva parroquia.

Todavía faltaba un trámite impuesto por la Constitución de la República Oriental del Uruguay sancionada en 1830. Faltaba el visto bueno del Gobierno de la República. El oficio para obtenerlo fue elevado al Gobierno el día 2 de diciembre.

El día 4, el Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública Juan Lindolfo Cuestas expresaba que el Gobierno con fecha 3 había aprobado la creación de la parroquia de Rivera; sus límites y la persona del presbítero José López de Arcante como primer cura vicario.

Decreto del Obispo

Formalizados todos los trámites, el Obispo Monseñor Inocencio María Yéregui procedió a fundar la parroquia de Rivera. Esta fundación canónica fue firmada el día 6 de diciembre de ese año de 1884.

De este modo, la viceparroquia dependiente de la parroquia de San Fructuoso de Tacuarembó, se desprendió de ésta y adquirió su propia autonomía.

En su decreto, el obispo reconocía que su decisión convenía al mejor servicio de Dios Nuestro Señor y al bien espiritual y temporal de los habitantes de la mencionada Vice Parroquia. Por tal motivo, el Obispo invocando el nombre de Nuestro Señor Jesucristo y el de su Madre siempre Virgen María erigía la parroquia de Rivera.

Limites

Monseñor Yéregui le asignó a la parroquia riverense los límites siguientes:

Por el Noroeste, la cuchílla de Santa Ana;

Por el Norte y Este, el arroyo Yaguarí, desde sus puntas hasta encontrar el camino real, que va de Tacuarembó al paso y laguna de Mazangano;

Por el Sur y Suroeste, el camino real, que va de Mazangano a Tacuarembó, hasta encontrar su paso en el Tacuarembó Grande, de aquí subiendo este arroyo hasta la barra del Arroyo Los Laureles, siguiendo este arroyo hasta sus puntas;

Por el Oeste, la cuchilla de Haedo

La nueva parroquia recibió la advocación de la Inmaculada Concepción de María Santísima. Provisoriamente la parroquia tendría el témplo existente, debiéndose edificar uno más a propósito.

La resolución episcopal creando la parroquia de Rivera fue comunicada al cura encargado de Rivera y a las parroquias vecinas, a saber:

Salto, Artigas y Tacuarembó.

El párroco

El obispo procedió a nombrar al párroco de Rivera en la persona del presbítero José López de Arcante.

Ya en nota del 11 de noviembre, el Ministro Juan Lindolfo Cuestas se había dirigido al obispo Yéregui comunicándole que el Jefe Político del Departamento de Rivera se había dirigido a él en nombre de los vecinos de aquel Departamento pidiendo el nombramiento de un párroco, porque la iglesia de Rivera se encontraba vacante con grave perjuicio de los habitantes de aquel Departamento. El gobierno veía con gusto que se eligiese al presbítero José López, recomendado por las autoridades locales, y que además conocía Rivera.

El Presbítero López de Arcante tomó posesión de la recién fundada parroquia de la Inmaculada de Rivera.

Manos a la obra

En setiembre de 1885, el cura de Rivera José López había comenzado a recolectar fondos para la construcción de la nueva iglesia en Rivera. El cura cons¡deraba que la gente estaba muy pobre a causa de los malos años que corren infelizmente. Su propósito era construir el templo al año siguiente. La Junta Económico Administrativa del Departamento se prestaba para colaborar con la obra.

La Comisión de Obras Públicas del Departamento de Rivera asignó diez mil pesos para la construcción de la nueva iglesia. Los planos los hizo el arquitecto y constructor residente en Rivera Alberto Bordenave. Estaba previsto que la iglesia se iba a levantar con tres naves e iba a estar dotada de habitaciones para el cura. Se esperaba el dinero para iniciar las obras. Esa era la expectativa en marzo de 1889.

El proyecto del templo

Por entonces, el cura José López remitía a Montevideo, a la curia eclesiástica, la nómina de las familias consagradas al Sagrado Corazón de Jesús.

Respecto a los intentos de fundar grupos riverenses de hombres y de señoras de Unión Católica, como se solicitaba desde Montevideo, el cura párroco estimaba que era tarea difícil. Consideraba que si bien había algunas personas dispuestas, con todo la población tenía pocos habitantes y mucha indiferencia religiosa. Así mismo entendía que en Rivera no se podía formar un Círculo Católico de Obreros ni otra asociación semejante por los mismos motivos. El párroco consideraba que había pocos habitantes y que por desgracia eran muy indiferentes en religión.

El proyecto de la iglesia propuesto al obispo en 1889, lo describió el cura de la Inmaculada Concepción de la siguiente manera:

...resulta siempre ser de tres naves. La principal de 27 metros de largo, poco más o menos, y siete y medio de anch el largo no me acuerdo, y con su buena torre que debe arrancar bien del frente de la puerta principal y única en el frente, formando un pórtico con tres arcos y sus correspondientes escalinatas

Por ese entonces, las obras habían comenzado bajo la dirección del arquitecto constructor de todas las obras del departamento Avelardo Granaroli. Con veinte oficiales a su disposición el Sr. Granaroli pensaba terminar la construcción del templo antes de cinco meses. El mismo ofreció una buena campana para la iglesia. La señora del Jefe Político del Departamento Coronel Escobar había otrecido el alfombrado para la iglesia.

La obra

El 25 de diciembre de 1889 se procedió a la bendición de la piedra fundamental de la iglesia. El día conmemoración del nacimiento del Señor comenzaban las obras. En ese mismo mes se había colocado la piedra fundamental de otro edificio público, a saber, el de la jefatura, juz gado y juntas.

Fue deseo de las autoridades eclesiásticas que la Inmaculada Concepción tuviese, además, casa parroquial y escuela parroquial, especialmente tratándose de una parroquia del interior. Téngase en cuenta que en esta época, fines del siglo pasado, ya Uruguay había incrementado su sistema escolar laicista.

Los cálculos del arquitecto constructor Avelardo Granaroli no pudieron cumplirse. En febrero de 1891, la iglesia de Rivera se estaba terminando de construir. Monseñor Ricardo Isasa, en calidad de gobernador eclesiástico de la diócesis de Montevideo, autorizó la bendición de la nueva iglesia en oportunidad de efectuarse una misión en Rivera.

Frutos y asociaciones

A esta altura de la historia de la parroquia riverense se pueden per cibir los frutos entre los feligreses.

La evangelización aumentaba gracias a los curas párrocos permanentementes dedicados a su parroquia; gracias a las misiones, y al test¡monio de la comunidad católica formada. La vasta zona de campaña fue preocupación para los celosos párrocos riverenses. Uno de ellos, Timoteo Muns había quedado impresionado porque en 1894, celebrando misa en una casa en el campo, se encontró con que jóvenes de veinte años, más o menos, nunca habían antes participado de una misa.

En el alma de estos celosos párrocos riverenses y en su comunidad surgió, poco a poco, la necesidad de levantar capillas en lugares estratégicos del amplio Departamento de Rivera. La primera se juzgó que debía levantarse a los pies del cerro del Vichadero.

En la localidad de Rivera, entre tanto, en el año 1913 los católicos ya contaban con organizaciones diversas: Unión Social, Liga de Damas Católicas, Círculo Católico de Obreros, Liga Juvenil y Centro de Juventud Católica.

La situación a fines de mayo de 1918

El 30 de marzo de 1918, el cura de Rivera Miguel Erzainqu¡ y Pérez expresaba que en la parroquia no había capillas. Por entonces se proyectaban las de Tranqueras, Zapucay y Paso de la Calera. Un galpón servía de casa parroquial.

La Sra. Fajardo había donado un terreno destinado a levantar un colegio católico en Rivera. Era una necesidad sentida por los responsables de la pastoral. La parroquia poseía además un terreno ubicado en la planta urbana.

El templo parroquial, inaugurado el 25 de febrero de 1891, en 1918 tenía en su altar mayor una imagen de la Inmaculada Concepción. También contaba con altares del Sagrado Corazón y de la Virgen del Carmen. Además se honraba a la Virgen del Rosario y a San Roque, que poseían sus imágenes en el templo.

Los curas de entonces no sólo atendían las necesidades espirituales de la población, sino que también incursionaban en campaña. Aprovechando épocas propicias, las giras parroquiales de los curas servían para la predicación, administración de sacramentos y a la pastoral.

Los actos de Semana Santa se realizaban con toda dignidad. Junto a la liturgia de la iglesia se le ofrecía a los fieles otras devociones. Se les recordaba la obligación del precepto pascual y se ponía especial cuidado en la comunión de los enfermos de la parroquia. Un catecismo de preparación de un mes de duración conducía a la Primera Comunión de niños y niñas.

Catequesis.

En época del cura párroco Ricardo Alvarez, se hizo un llamado especial al aprendizaje del catecismo.

Se lo enseñó los domingos en el templo parroquial en dos oportunidades y se lo enseñaba en seis oratorios distribuidos en la zona urbana riverense: capilla del Pueblo Nuevo; casa Royol en Rivera Chico; en la casa de Elías Normey; de la familia Rodríguez; casa de la Sra. Judith B. de Santini y, finalmente, en un local en la calle Lambaré 368.

En su fundamentación de esta campaña pro catecismo, el Presbítero Alvarez expresaba: Ya que el mundo procura desterrar de sus leyes al Hacedor Supremo, procuremos, nosotros en desagravio llevarlo a los corazones y particularmente a los corazones de la niñez hombres del futuro, para que con Jesús en sus corazones, puedan traer al mundo lo que la impiedad nos arrebató.

El esfuerzo por la enseñanza del catecismo prosiguió en Rivera. Una Asociación Catequística organizó para el domingo 4 de setiembre de 1938 El Día del Catecismo como preparación al III Congreso Eucarístico Nacional celebrado en Montevideo en principios del mes de noviembre. Celebraciones de este tipo se realizaron en años sucesivos.

Ya entonces actuaba como párroco de la Inmaculada un hombre realmente notable por sus virtudes personales y por su celo apostólico. Un hombre todavía cariñosamente recordado por la feligresía riverense. Nos estamos refiriendo a Domingo A. Lor. El ya había sido párroco de la Inmaculada entre los años 1920 y 1931.

Los años 40 y 50

En el año 1942 se realizó una antigua aspiración de la comunidad parroquial. A pedido del Presbítero Lor se fundó el Colegio de la Hermanas de la Companía de Santa Teresa de Rivera, que cumple hoy una eficaz tarea apostólica.

En la actualidad, el Colegio es mixto y tiene 350 alumnos. Las Hermanas Teresas atienden un movimiento Amigos de Jesús; el movimiento juvenil MJ y animan un movimiento teresiano de laicos. Cumplen, además, funciones catequét¡cas en la parroquia en los cerros Del Marco y Caqueiro. En el Hospital ejercen su ministerio de asistencia evangelizadora las Hermanas de la Providencia, cuyo impulso apóstolico se extiende también a barrios aledaños.

En estas décadas, la organización de la Acción Católica implantada en Rivera, permitió formar una nueva generación de feligreses más consustanciados con la parroquia. Surgieron laicos dispuestos a asumir compromisos pastorales secundando a sus sacerdotes. Con estos aportes se pudieron abrir nuevos frentes en las tareas pastorales.

Partelí en Rivera

En estas décadas actuó otro pastor muy querido y recordado por la comunidad riverense, a saber: el Presbítero Carlos Parteli. Parteli había nacido en Rivera el 8 de marzo de 1910. Al arribar a la parroquia de su ciudad natal en 1942 venía de Florida, donde había sido teniente cura de la parroquia y después secretario del obispado de Florida y Melo, secundando a Mons. Miguel Paternain por espacio de tres años. El Presbítero Parteli estuvo dando lo mejor de sí a su parroquia natal durante dieciocho años. De ahí fue promovido como primer obispo de Tacuarembó desde 1960. En abril de 1966, Monseñor Parteli fue trasladado a la arquidiócesis de Montevideo.

Cuando Monseñor Parteli celebró en Montevideo sus bodas de oro sacerdotales, la Sra. Gladys Antúnez de Albornoz ofreció una imagen de la actividad pastoral del sacerdote de la Inmaculada riverense. Recordó su actividad en estos términos:

... nos acostumbró a su prédica sencilla, clara, convincente, a su sonrisa franca y a su palabra acogedora. nos enseñó, por que así lo vivió, que sólo en Dios se encuentra la verdad total, la justicia cumplida y el amor pleno. Nada de lo tocante al ser humano le era indiferente. Vivía y compartía el dolor y la alegría de sus coterráneos. Era frecuente, era común, verlo en los hogares riverenses, compartiendo fiestas familiares y llevando una palabra de consuelo llena de esperanza evangélica ante un dolor. Compartía las alegrías y era solidario con el dolor del prójimo

 

Nueva organización parroquial de Rivera

En esta época se creó la parroquia Santo Domingo de Guzmán en la ciudad de Rivera en el mes de agosto de 1951. En el Departamento se erigieron las parroquias de Vichadero (abril de 1942); Minas de Corra les (abril de 1943), y Tranqueras (agosto de 1951).

Siendo obispo de Tacuarembó Monseñor Miguel Balaguer se fundaron las parroquias riverenses San Pedro; (junio de 1966) Y Sagrado Corazón (marzo de 1967)

En esta evolución organizativa de la pastoral en Rivera, la parroquia Inmaculada quedó circunscrita a una parroquia con sólo juridicción en la planta urbana riverense. Será una de las cuatro parroquias de la capital del Departamento.

El párroco Torres Medeiros

Los últimos pasos de esta evolución se cumplieron siendo responsable de la Inmaculada el Pbro. Agustín Torres Medeiros, otra personalidad muy querida y recordada por los riverenses.

Monseñor Torres Medeiros cumplió una larga y fructífera trayectoría al frente de la parroquia. Dotado de una fuerte personalidad, consagró sus años en Rivera al cumplimiento de sus tareas pastorales. A su comunidad parroquial le dedicó también los desvelos de sus últimos años y fuerzas. Allí falleció.

El Pbro. Pedro Bentancur, nacido en Tacuarembó, fue quien le ayudó eficientemente en ese diario y abnegado compartir las tareas sacerdotales en bien de la comunidad parroquial.

Reconocimiento a los párrocos y comunidad

Así llega la parroquia de la Inmaculada Concepción de Rivera a sus casi 120 años. En medio de la acción de gracias a Dios Nuestro Señor, que se mezclará con las celebraciones, es de justicia recordar con gratitud la obra de los sacerdotes y de las comunidades parroquiales que secundaron el crecimiento de la Inmaculada.

En una visita pastoral practicada por el entonces obispo de Tacuarembó Mons. Miguel Balaguer a la parroquia Inmaculada Concepción en el año 1968 tuvo ocasión de expresar sus impresiones. Mons. Balaguer percibía que en la parroquia había mucha vida y actividad. El obispo diocesano reconocía que el Pbro. Torres Medeiros era el animador y alma de todas estas obras como asimismo sus colaboradores tanto sacerdotes como laicos.

Mons. Balaguer en esa visita repasaba los años transcurridos y se admiraba con razón de la transformación espiritual y del progreso religioso. El expresó que los Párrocos y sacerdotes que han pasado por aquí, acertadamente han sabido cumplir con su misión.

La gratitud del recuerdo

Esta historia de la parroquia nos muestra el camino recorrido pero nos llama también a la responsabilidad. Recibimos una antorcha de las generaciones pasadas y de las presentes. Como en la carrera de postas, nos comprometemos a tomarla y entregársela a las generaciones futuras. Para que ellas también puedan crecer y enriquecerse, en su vida humana y cristiana, de la parroquia Inmaculada Concepción

Nuestro gozo se traducirá en corazones agradecidos al Señor. En manos que lo colocan y lo ponen en las ofrendas de pan y vino de la Iglesia en su misa. La mejor acción de gracias al Padre en Jesucristo, hecho acción de gracias por la invocación del Espíritu Santo que hace la Iglesia.

UNIDOS EN LA ACCION DE GRACIAS

Una vez Jesús alabó la acción de gracias del samaritano curado de la lepra. El tuvo el reflejo de buscar a Jesús para decirle gracias. Jesús lo alabó por este gesto. No sólo se había curado de su mal y gozaba de los beneficios de Jesús, sino que supo buscar la forma de agradecerle.

Jesús ayuda a los agradecidos. Les da una forma de canalizar sus sentimientos de gratitud. Su muerte y su resurrección son la acción de gracias más perfecta de Jesús al Padre. Su acción de gracias y nuestra acción de gracias.

Jesús hizo posible que nosotros pudiéramos canalizar nuestros sentimientos de gratitud, por medio de la misa, en esa acción de graciás de Jesús, su muerte y su resurrección.

¡Qué mejor que celebrar la misa en acción de gracias! Realmente la reconocemos como obra de Dios para nosotros y para nuestra salvación. A través de ella, conocemos más a la Iglesia de Jesús, la Iglesia Católica. A través de ella, hemos recibido los sacramentos y cultivamos nuestra fe. Ella es así y pudo cumplir para nosotros esta función porque tuvo esa historia, que hemos brevemente recordado. Con dificultades y éxitos.

Que en la celebración eucarística el Señor reciba nuestra gratitud, como recibiera la del samaritano curado del evangelio. Y junto con nuestra gratitud nuestras oraciones para que El mismo nos haga crecer en vida católica y nos mantenga unidos en el Señor. Ojalá que la vida nuestra sea rica en obras de justicia y caridad para con nuestros prójimos, a fin de que los no católicos, viéndonos, descubran a Jesús y se pregunten por El y remuevan todos los inconvenientes que los separen de El.

Recibe, Padre, nuestras ofrendas, nuestro pan y vino. Son nuestra acción de gracias de nuestra familia parroquial. Son las ofrendas a la Iglesia. Haz que por el ministerio de nuestros sacerdotes, en unión con nuestro obispo diocesano de Tacuarembó y del Sumo Pontífice Juan Pablo II, ellas sean verdaderamente el Cuerpo y Sangre del Señor por la invocación del Espíritu Santo. Por Cristo Nuestro Señor, Nuestro Mediador y Sacerdote.

Virgen Inmaculada, patrona especial de nuestra parroquia, intercede ante tu Hijo Jesucristo como lo hiciste continuamente durante estos años. ¡Que no se oiga decir que nadie que haya acudido a ti ha regresado con el corazón y las manos vacías y sin que su oración fuese escuchada!

Amén.